Para empezar y tener claro el objetivo que perseguimos, no podría ser otro que: ENSEÑAR. Pero.. Desde mi punto de vista, la evaluación permite poner a prueba a los alumnos e incluso constatar resultados desde el punto de vista calificable. Aunque creo que este tipo de evaluación debería plantearse cuando creemos que va a haber ciertas posibilidades de éxito, es decir, cuando el alumnado se considere preparado. De lo contrario, hacerle fracasar puede acarrearle consecuencias emocionales importantes y desmotivación. Por tanto, este sería un motivo si nos preguntamos ¿para qué? (sirve la evaluación).
Sin embargo, reflexiono y me planteo la típica pregunta, ¿cómo
enseñar? Si lo que estoy enseñando, lo estoy haciendo adaptándome a las
circunstancias de los alumnos comprendiendo que los aprendizajes les hagan
entender lo que se les está trasmitiendo, sería lo correcto. Pero a veces, mi
duda es ¿cómo puedo asegurarme que lo entienden? Y me respondo “haciendo él, el
mismo papel que yo”, si eso fuera posible. Por otro lado, si nos ponemos en el
lugar del alumnado y nos planteamos ¿cómo estudiar? Quizás su respuesta y
manera de hacerlo sea “memorizando”, con lo cuál, sigo sin saber si lo han
entendido. Para resolver esta duda, quizás ha llegado el momento de estudiar
una forma de evaluar más selectiva.
Por tanto, en conclusión y si tuviera que optar por una forma de
evaluar sería: que los alumnos sean los propios protagonistas de sus
aprendizajes, participen activamente en la evaluación y se autoevalúen ellos
mismos bajo nuestra supervisión. Ganarán a nivel de desarrollo personal (se
conocerán mejor, conocerán lo que se les está evaluando y sabrán para qué se
les evalúa), a la vez que se darán cuenta de sus logros conseguidos y
reconocerán lo que necesitan mejorar.
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